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  • El juego, un potente medio de enseñanza y mejora personal


La etapa infantil no puede concebirse sin el juego, el juego para el niño es su principal camino a conocer el mundo y conocerse a sí mismo, favorece el sano y armonioso crecimiento del cuerpo, la inteligencia, la afectividad y la sociabilidad. Jugar, definitivamente, es una de las acciones más importantes del aprendizaje.

Y es que, el juego proporciona alegría y satisfacción, en el juego, los niños exteriorizan sus miedos y angustias. Los juguetes, son sus objetos simbólicos para transmitir sus sentimientos, un día, el cohete puede ser la nave que lo transporta al espacio y al otro día es el avión que se llevó a su ser querido al cielo. Definitivamente, el juego es un espacio terapéutico, se usa en los abordajes psicológicos y como estrategia de apoyo a las familias y maestros, son muy efectivas en el marco clínico y educativo, sin embargo, son mucho más efectivas cuando lo realizan los padres con sus hijos.

El juego tiene una importante particularidad y es, aflorar el mundo simbólico del niño. El juego tiene un contenido de valor cultural, porque promueve el desarrollo integral del niño, favorece su sana evolución y es el principal objetivo de enseñanza en la educación inicial, y porque no decir, hasta la adolescencia. Los juegos van variando en espacios, intensidad y complejidad, pero son métodos necesarios para el proceso de aprendizaje.

Cuando un padre juega con su hijo/a, es la mejor versión de sí mismo, es la versión más amable de su rol, el hijo ve al papá o mamá en un momento relajado, de ocio, en un espacio de disfrute y más accesible. Los padres deben empezar a entender que se pasan la vida educando a sus hijos en valores, la empatía, el bien y el mal, la tolerancia, el orden, las responsabilidades, el saber perder y ganar, etc., pues, es ahí donde está el juego como herramienta de ayuda, el juego es esa genial manera de aprender a interiorizarlo, sin presión, sin aleccionar ni trastocar su autoestima.

“Juegue con ella”, le dije a una madre que llegaba a consulta, desesperada por las conductas desafiantes de su hija de 6 años. No se hallaron en la evaluación psicológica, indicadores de perturbación emocional en la niña, ni complejidad familiar ni escolar, por el contrario, una niña con mucho potencial. El conflicto, era solo con la madre, que trataba disciplinadamente de poner orden en casa. Luego de la consulta, no la volvía a ver sino después de dos meses que visitó el consultorio y me dijo, que su niña, estaba más obediente y conciliadora. ¿Qué pasó en ese tiempo? … la madre solo me respondió, “hice lo que me dijo, jugué con ella”.

Indudablemente, con el juego se genera y fortalece el vínculo, se expresan emociones de manera natural y se construye una alianza de mejora personal.