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Con tanto cambio e incertidumbre las familias han normalizado ciertas situaciones con sus hijos, sintiendo a veces que son problemas menores o de poca importancia. Sin embargo, en el mundo de los niños, esas mismas situaciones pueden marcarlos para siempre, generando un estrés que puede afectar su comportamiento. El estrés infantil existe? Si, y aunque muchas veces nos parezca que en la infancia los niños no tendrían motivos para estresarse, la realidad cotidiana indica otra cosa.

El estrés infantil se refiere a una situación de cambio para la cual requiere que el niño que se adapte a eso “desconocido” o nuevo que ha llegado a su vida. Puede ser la separación de los padres, una mudanza, la llegada de un hermanito, un compañero nuevo que lo hostiga en el colegio, recurrentes errores académicos, etc.

Señales de estrés en los niños

Los niños que están estresados, porque han sido expuestos de forma repentina o paulatina a un cambio en sus hábitos cotidianos de vida, pueden presentar diferentes síntomas tales como:
· Irritabilidad
· Enojo
· Aislamiento
· Miedos
· Terror nocturno
· Enuresis
· Disminución del apetito
· Cambios de hábitos alimentarios
· Dolor de cabeza o de estómago
· Pesadillas
· Disminución de la atención y bajo rendimiento académico

¿Qué situaciones estresan a los hijos?

A. Situaciones familiares problemáticas
Cuando en un hogar las relaciones están rotas, o cuando se lidia con algún problema difícil de resolver, los niños absorben todo y repercute en sus emociones. En los niños y adolescentes, los altos niveles de estrés diario se asocian a importantes consecuencias negativas de inadaptación emocional y psicopatología.
Por lo tanto, cuando en casa hay situaciones tensas que nunca se resuelven, peleas, rencores, problemas económicos, o situaciones graves de otra índole, los niños comenzarán a sufrir estrés de forma patológica.

B. Poca atención de sus padres
Tener una madre o un padre ausente puede afectar para siempre a un hijo. Estar presentes no es estar solo física sino emocionalmente. Mirar a los ojos, preparar una rica comida, curar una herida, atender sus emociones, y ayudar a gestionarlas.

Un cambio de trabajo de uno de los padres, cambiar de horario, etc., puede afectar el ritmo cotidiano de la familia. También el hecho de destinar poco tiempo o escasa atención a los hijos es factor suficiente para que el niño se sienta estresado.

C. Estrés de sus padres
Sin duda, el estrés de los adultos repercute en los niños. Nuestros hijos son receptores de todo lo que nos pasa. Cuando algo va mal en el trabajo, cuando estamos nerviosos o irritables, o cuando estamos atravesando una situación difícil, ellos no solo lo sienten, sino que lo hacen propio. No es raro que un niño esté irritable, confuso y hasta tedioso cuando algo pasa o algo cambió en casa. El estrés de sus padres puede afectar notoriamente a los niños y cambiar la dinámica familiar.

D. Bullying en la escuela o en su entorno familiar
Cuando un niño sufre de burlas en su escuela o en el seno de su familia, es un tema muy delicado que requiere de atención. El bullying o acoso escolar puede llevar a un niño a un estrés tan grande que pueda afectar gravemente su comportamiento y su desarrollo emocional. Y muchas veces ese bullying puede darse en el mismo entorno familiar, con algún primo o sus propios hermanos. Por ello es tarea de los adultos estar atentos a estas actitudes para actuar a tiempo.

Otros factores son la mala alimentación y el mal descanso, esto último tiene una estrecha relación con la llegada de la virtualidad, nuestros hijos están siendo afectados en sus patrones de sueño debido al uso indiscriminado de los dispositivos tecnológicos. Así, quedarse hasta altas horas viendo videos, chateando con amigos o navegando en las redes sociales, puede afectar el comportamiento de un niño y exponerlo a altos niveles de estrés.

¿Qué hacer al respecto?

Cuando un niño está bien acompañado y sostenido en sus emociones, es más fácil que pueda atravesar con éxito cualquier situación de estrés. Como primera medida, somos los adultos quienes debemos propiciar que cualquier situación de estrés se reduzca o al menos pueda ser gestionada con éxito. Somos un espejo de nuestros hijos. Si estamos relajados, ellos lo estarán. Si de cualquier situación hacemos “un mundo” así es como ellos se tomarán la vida también. Enseñemos a nuestros hijos con nuestro ejemplo a gestionar sus emociones para que aprendan a gestionar también el estrés en el arduo camino hacia la vida adulta.