05 de la mañana, 01 de marzo, suena el despertador y se acabaron las vacaciones, las licencias, los horarios flexibles y para los hijos… la vuelta a clases!
Las puertas de las escuelas vuelven abrirse después de dos años de aislamiento y clases virtuales. Reflexionar sobre este acontecimiento es más que una acción responsable de nuestra parte como padres formadores. Muchos de nuestros hijos han madurado en este distanciamiento obligatorio y muchos otros han marcado su inmadurez.
Estudiantes que vuelven con una mochila de vivencias dolorosas a causa de la pandemia, en algunos los hizo más fuertes y en otros más débiles. Algunos chicos estarán más listos para la resocialización, pero otros, se tomarán más tiempo.
En consulta, logro escuchar a adolescentes que expresan tener miedo volver al colegio para estar solos otra vez, o niños que no pueden volver a su mismo grupo porque la situación económica obligó a las familias a cambiarles de colegio, con todo y esos vacíos será un gran desafío para los educadores acompañarlos en este proceso.
Sin embargo, hay también del grupo de adolescentes que sueñan con sus clases presenciales, sus amigos, sus recreos, sus profesores. Ingresar a ese escenario de reencuentro sin duda los movilizará y más de un sentimiento de fragilidad se presentará. Quizás, hasta vestir de nuevo su uniforme sea un momento especial para cada uno.
Escolares y universitarios se reincorporan a una actividad de la que llevan tiempo desconectados. A diferencia de otros años, no es una desconexión propia de los meses de verano, es una desconexión que sin duda ha dejado vacíos emocionales y académicos.
A mi modo de ver, trabajar la brecha de conectividad emocional y los procesos de aprendizaje, más que los contenidos, debe ser la prioridad, un esfuerzo desde las escuelas y desde el hogar.
Han pasado pocos meses y a pesar de habernos desconfinado, la incertidumbre sobre el año escolar aún es latente.
Hoy sabemos más o menos cómo va a iniciarse la vuelta al colegio, grandes esfuerzos se ven en la organización de las escuelas. Pero objetivamente hablando ¿sabemos cómo será a mitad de año?... ¿es seguro que mi hijo vuelva a clases?...
Esta situación para los padres, puede ser una gran fuente de estrés, el rebrote, los contagios y peor aún, en un escenario donde la situación económica y social en el país, no mejora. Nada es seguro, menos en estos tiempos.
Calma es lo que vamos a necesitar padres y madres, a pesar de lo complicado, habrá que confiar en nuestras instituciones escolares. Dejemos la queja y la angustia y a ponerle foco a todo lo que suma, confiar en todo el equipo de profesionales que acompañarán a nuestros hijos es el mejor camino. Pero, sobre todo, confiar en nosotros mismos. Seamos para nuestros hijos sus mejores referentes, porque, como vemos el mundo, ellos lo verán, nuestra actitud y fortaleza deben ser el mejor modelo de gestión emocional.